Ballenas francas: viajantes de los mares
Desde leyendas aborígenes de la Patagonia hasta la novela Moby Dick, y la historia de Pinocchio, las ballenas han viajado por las aguas de nuestra imaginación y las de los continentes. Con su tamaño imponente y sus barbas inofensivas, estos cetáceos recorren el mundo entero en busca de aguas más templadas para procrear y continuar su ciclo de vida. Es por eso que, durante su extenso recorrido por el mundo, pasan por Argentina, al sur del país, y nos regalan un espectáculo natural maravilloso.
Las ballenas son mamíferos gigantes – están entre los animales más grandes del mundo- que tienen un organismo adaptado al medio marino, es decir, que su cuerpo está preparado para vivir en el mar. Son vivíparas, o sea que nacen directamente de la madre; ellas mismas amamantan a sus crías. Tienen la sangre caliente y necesitan respirar aire, a pesar de que permanecen debajo del agua hasta 40 minutos. Uno de los momentos más curiosos es justamente cuando respiran porque el aire que expulsan sale por un orificio o respirador dorsal que tiene en la parte superior de la cabeza, lanzando un chorro largo hacia arriba y en forma de “v”, que puede alcanzar hasta 3 m de altura. Este chorro tiene un sonido especial que se escucha a gran distancia, como si se abriera una gran canilla y saliera un chorro enorme de agua de repente.
El cuerpo de las ballenas es robusto y su cabeza ancha y aplastada está cubierta con callosidades de color blanco, las cuales pueden estar habitadas por pequeños crustáceos. Estas callosidades funcionan como huellas dactilares, identifican a cada animal durante toda la vida. No tiene aleta dorsal como los peces pero tiene una cola con aletas; su boca es enorme y tiene barbas, y no dientes, como muchas personas piensan. Estas barbas llegan a medir unos 2,50 m de largo y cumplen una función importantísima que es filtrar el alimento, como un colador, dejando pasar el agua y reteniendo sólo el alimento que necesita para subsistir.
Existen muchos tipos de ballenas en el mundo, pero a la Argentina, en la Península Valdés (provincia de Chubut), todos los años desde otoño a primavera llega a visitarnos un nutrido grupo de ballenas (unos 600 individuos aproximadamente) llamadas científicamente Eubalaena australis, pero más conocida como ballena franca austral. La ballena franca austral mide entre 12 y 16 metros y llega a pesar 50 toneladas. Es lenta en sus movimientos y viene a los mares del sur argentino para aparearse y criar a sus bebés.
Las crías de ballena o ballenato nacen cada dos años y son amamantadas por unos seis meses. Para esto la ballena va en busca de aguas templadas. Tiene una sola cría y en algún caso excepcional, dos. Los ballenatos tienen de cinco a siete metros de largo al nacer y pesan aproximadamente tres toneladas. La gestación dura 12 se consideran adultos a los 4 o 5 años. Se alimentan de pequeños peces y de organismos del plancton.
Las ballenas emiten un sonido muy especial que ha sido registrado por los estudiosos y que parece ser el medio de comunicación entre individuos, conocido como el “canto de la ballena”. Este canto se puede oír a lo lejos, especialmente en las noches, en la costanera de la ciudad de Puerto Madryn, ante el asombro de las personas que pasean por allí.
La ballena franca austral fue declarada Monumento Natural por Ley 23.094. Hay numerosas fundaciones en todo el mundo que contribuyen a la conservación de esta especie marina, llevando adelante estudios sobre ellas y la relación con el hombre, ayudando a preservar a estas bellas viajantes de los mares.
Fuentes: www.educar.org
Navegando entre gigantes
La ballena franca, al igual que otros grandes cetáceos, tiene la costumbre de realizar espectaculares saltos sobre la superficie del mar. A pesar de las investigaciones, aún no se puede determinar si estos saltos son parte de un código de comunicación, si lo hacen por diversión o simplemente para deshacerse de los parásitos que habitan sobre sus callosidades. Para observar estos asombrosos saltos y poder apreciar la belleza serena de estos enormes animales marinos, es posible realizar avistajes de ballenas en Península Valdés. Mundo Relieve vivió la increíble experiencia en el sur de Argentina compartirla con los lectores.
Hay dos tipos de avistajes, ambas opciones muy interesantes para estar en contacto pleno con la naturaleza: el de tipo comercial, realizado por empresas turísticas con embarcaciones desde Puerto Pirámide, o el natural, observando las ballenas a distancia desde la costa de la playa El Doradillo, a menos de 20 kilómetros de la ciudad de Puerto Madryn. El Doradillo es un lugar privilegiado para observar a estos mamíferos mientras desarrollan sus comportamientos habituales. Es posible llegar en auto, estacionar frente al mar y quedarse tomando mates o caminando por la costa, depende si hace mucho frío o no, hasta que observamos un animal enorme que asoma a la superficie y pasea por el agua. Las ballenas llegan hasta esta zona, donde muchas personas se acercan a visitarlas, en tranquilidad y armonía.
La otra forma de avistaje se realiza mediante una embarcación, adentrándose en las aguas marinas. Un integrante de Mundo Relieve fue invitado por la agencia de turismo Argentina Visión, de Puerto Madryn, a sumarse a un grupo de turistas y realizar la hermosa excursión a Península Valdés. Partiendo de Puerto Madryn por la mañana, la excursión consiste en un día entero de recorrido por el Área Natural Protegida, declarada Patrimonio de la Humanidad por UNESCO, e incluye el embarque para el avistaje de ballenas. Al ingresar a la Península Valdés nos dirigimos directo a Puerto Pirámide, donde se realiza el avistaje. Allí, luego de colocarnos los chalecos salvavidas correspondientes y subir a una embarcación, comienza la experiencia de adentrarse en el mar hasta que el capitán del barco encuentre la zona donde están las ballenas. A lo largo del viaje nos van dando información acerca de las ballenas y la zona, y nos dejan tomar fotografías del paisaje, que es muy bello. El mar parece nunca acabar y a lo lejos podemos apreciar las formaciones de acantilados que parecen pirámides, de ahí el nombre del lugar. Finalmente nos encontramos cerca de un ejemplar de ballena, y el asombro de todos se siente con un gran “guau” generalizado. La embarcación se detiene –no queremos asustarlas- y de a poco se van acercando más ballenas dan vueltas alrededor nuestro –porque son muy curiosas- y hacen gala de su simpatía. Por momentos pasan tranquilas cerca y parece que abren su gran ojo para mirarnos ellas a nosotros, y luego se zambullen nuevamente debajo del mar. Cuando asoman a la superficie, aprovechamos para sacarles fotos.
Algunas personas se asustan al verlas, por su gran tamaño, pero enseguida se tranquilizan cuando nos cuenta una vez más que son inofensivas. Como estamos todos en silencio, podemos escuchar el chorro de agua que expulsan y sonreímos, porque es un espectáculo muy divertido. De repente se escucha un gritito de emoción y nos damos cuenta que, a lo lejos, hay una ballena saltando. Los saltos son como una medialuna, salen del agua disparadas hacia arriba y luego vuelven a zambullirse, ante el asombro de las personas que están atentas al próximo salto. Tuvimos suerte, nos comenta el capitán; no siempre se pueden apreciar los saltos de estos enormes y bellos animales. Parece que esa ballena nos quiso regalar un momento especial. Nos quedamos un rato en el medio del mar, admirados por tanta belleza natural y luego nos despedimos respetuosamente; es hora de dejarlas descansar para su próximo show.
El resto del día nos vamos de paseo por el resto de la Península, y recorremos una lobería, una colonia de pingüinos, vemos algunas aves a través de un telescopio en la Isla de los Pájaros y descansamos en la Estancia San Lorenzo, donde disfrutamos del campo patagónico, almorzando cordero patagónico al asador, mates con tortas fritas o pastelitos y participamos de juegos de campo. Luego continuamos camino hasta que encontramos el centro de interpretación del Istmo Ameghino, para los interesados en conocer más información acerca de este maravilloso lugar. Además, se pueden avistar otras especies de animales como guanacos, zorros y maras.
Llegamos a Puerto Madryn casi al anochecer, con la gran satisfacción de haber pasado un día increíble y haber conocido, de manera respetuosa, a nuestras amigas las ballenas, los gigantes del mar.
Contra la caza de ballenas
En la época anterior al petróleo y el plástico, las ballenas proporcionaban materias primas muy valiosas para objetos de uso diario. Las ballenas eran cazadas por su aceite y sus barbas. El aceite se refinaba y vendía para ser usado en lámparas. Las barbas se usaban para hacer cepillos, paraguas y otros objetos. Luego, con el descubrimiento del petróleo, una fuente de aceite más barata, la caza terminó, pero el daño ya estaba hecho. Sin embargo, la caza revivió cuando aparecieron los barcos a motor con arpones. Hoy, en Japón, la carne de ballena se sigue sirviendo como un plato exquisito.
Por suerte, la ciencia y la educación rescataron a las ballenas, gracias a los estudios que les realizaron. Descubrieron que las ballenas cantan, entre otras cosas, y que son muy inteligentes. Así nació el movimiento “Salve a las ballenas”, enseñando que la caza masiva de estos gentiles animales es una falta de respeto del hombre al ambiente natural.
En 1986 se creó la Comisión Ballenera Internacional, integrada por 14 países que se dedicaban a la caza de ballenas, y decretó la prohibición a la caza de ballenas. A pesar de esta prohibición, aún hoy en Japón y Noruega se siguen cazando ballenas, y organizaciones internacionales como Greenpeace lucha para impedirlo.
En Argentina, el Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) es una organización sin fines de lucro fundada en 1996 para proteger a las ballenas y su medioambiente a través de la investigación y la educación. Su centro de operaciones se encuentra en Buenos Aires. El ICB trabaja con voluntarios y cada vez más personas se suman, en un esfuerzo conjunto para lograr la efectiva protección de las ballenas y de su hábitat.
Entre algunas de las acciones que lleva adelante el ICB se encuentra el programa "Acerca las ballenas a tu escuela”, al cual se han sumado más de 2.500 estudiantes de Chubut, Buenos Aires y Córdoba se han sumado junto a sus docentes. En Chubut se implementó en varias escuelas de toda la provincia. Cada año, el ICB distribuye 30.000 Guías para el Avistaje Responsable de Ballenas, para realizar esta actividad con respeto a la naturaleza.
El pasado 5 de noviembre de 2010, diversos países celebraron el Día Mundial Contra la Caza de Ballenas que nace como resultado de la indignación internacional contra los abusos de Japón a la prohibición de caza comercial de ballenas. Se organizaron manifestaciones pacíficas a favor de la vida de las ballenas, y se llevaron a cabo frente a la Embajada de Japón de cada país. Además, en Rada Tilly, Chubut, se realizó una bicicleteada para chicos, a favor de las ballenas. Al finalizar la bicicleteada, un integrante del ICB dio una charla acerca de la amenaza que representa la caza de ballenas y la importancia de actuar en todo el mundo a proteger las ballenas de los océanos.
Los voluntarios del ICB son personas de distintos países, y muchas culturas diferentes, pero todos comparten un sentimiento profundo de amor por la naturaleza, por los animales y por su hogar, La Tierra.
Fuente: www.icbargentina.com.ar
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Muy lindo y cálido este artículo sobre estos mamíferos que tanto nos han acompañados a los habitantes del sur... un saludo afectuoso y sigan cosechando éxitos y alegrías!!
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